jueves, 13 de marzo de 2008

Chocoalien

Por Carla Gutiérrez Jaime
Primer lugar
Tercer año de primaria

Érase una vez un alien que se llamaba Gabriel, que vivía en la Luna y desde ahí descubrió el planeta Chocolate. Le puso así porque era de puro chocolate: las casas eran de chocolate y caramelos. Un día fue al planeta Tierra y les avisó a todos los que vivían allí. Algunas personas se fueron a vivir al planeta Chocolate. Ahí todo era de lo mismo: chocolate. Cuando eran vacaciones, el planeta Chocolate estaba lleno de personas. El planeta se volvió muy famoso, al igual que el alien Gabriel.
Gabriel, con el dinero que le dieron, recorrió todo el mundo, también recorrió el planeta Chocolate. Una vez al año, el 8 de diciembre, venía al planeta Tierra y traía todos los tipos de chocolate que había en el planeta Chocolate. Se iba a los centros
comerciales a vender los chocolates, también hacía un show, donde los actores tenían los nombres de los tipos de chocolate que traía.
Los boletos siempre estaban agotados porque él era muy famoso. Gabriel tenía una mansión de chocolate, en el planeta Chocolate. Los chocolates nunca se agotaban porque allá hay muchos. Toda la gente apartaba los boletos un año antes. El alien protestó porque se agotaban los boletos muy rápido. Así que el siguiente año lo hicieron en un
auditorio más grande y hubo muchos más boletos. Ahora la gente aparta sus boletos cinco meses antes, porque es en un auditorio más grande.
Gabriel descubrió el planeta Chocolate el 11 de octubre de 1652.
Desde entonces es un día festivo.

lunes, 25 de febrero de 2008

El anillo mágico

Por Camila Ramos Hernández
Tercer lugar.
Primer año de primaria.

Había una vez, en un pueblo, una pareja de señores que vivían en una cabaña. Un día, trabajando en el campo, encontraron un anillo enterrado en la tierra.
Los señores eran ya un poco viejecitos por lo que, al ver aquel maravilloso anillo, decidieron venderlo y obtener, así, un poco de dinero.
Un día de verano paseaba por el campo una hermosa familia: papá José, mamá Paula y una linda niña llamada Ana. Ellos acostumbraban a dar paseos por el campo. Al pasar por donde vivían la pareja de viejecitos, Ana le dijo a sus papás: “Miren, qué bonito anillo venden estos señores”. Su papá le dijo: “Hijita, te lo compraré por ser tan buena siempre”. Y fue así que obtuvieron el anillo.
Al día siguiente, Ana llevó el anillo a la escuela. Se sentía realmente importante y creía que por tenerlo todos la tenían que admirar.
En la escuela había una niña llamada Lucy que era más grande que Ana y siempre la molestaba, a ella no le gustó ver que Ana tuviera el anillo. Ana le tenía mucho miedo porque un día le quiso pegar.
Ana sentía muchos deseos de poder defenderse ella sola, por lo que quería en ese momento ser igual o más grande que Lucy para que no le hiciera nada. Entonces, de repente, salió un rayo luminoso del anillo apuntándose hacia Lucy y la convirtió en un enano. Ana se admiró porque su deseo se cumplió, ella quería ser más grande que Lucy. “Ahora sí, a ver qué va a decirte tu mamá”, dijo Ana.
Ana regresó de la escuela a su casa y le contó a su mamá lo bien que le había ido con el anillo, el cual cumplía sus deseos, ya que había hecho a su enemiga pequeña. La mamá de Ana, sorprendida, le pidió que le pusiera una nariz de bruja. Ana lo pensó y bum, la nariz de bruja apareció. Después Ana pensó en quitársela y bum, desapareció.
Ana regresó al día siguiente a la escuela y disfrutaba de su anillo. Hizo a Lucy de colores, después le hizo una cola de cola de cochinito, después le puso dientes amarillos, manos rosas, azules y verdes, hasta que se cansó.
Ana regresó a su casa y, en la noche, cuando descansaba, pensó que había sido muy divertido lo que había hecho, pero más divertido sería tener a Lucy como amiga.
En la mañana siguiente, de vuelta a la escuela, el pensamiento de Ana en su cabeza eran sólo cosas buenas, por lo tanto desaparecieron todas las cosas feas que tenía Lucy. Ana le pidió perdón a Lucy y le dijo que fueran amigas por siempre.
No muy lejos de la casa de Ana había un lago; las dos decidieron ir a tirar aquel anillo mágico al agua. Y fueron felices y amigas por siempre.

Las aventuras del Jonuco

Por Héctor Astorga Elizondo
Segundo lugar.
Primer año de primaria.

Hola, me llamo Héctor y vivo en un lugar llamado El Jonuco, lleno de montañas, animales y sobre todo de aventuras.
Te las voy a contar.

El ataque del puma
Un día estaba sentado en el jardín y de repente se oyó un ruido. Emiliano, mi perro guardián, un labrador color miel, y defensor de la familia salió corriendo como rayo a ver qué era.
De pronto, vi que era un gatote color amarillo, con grandes colmillos y grandes patas que llegó a mi jardín. Corrí a verlo más de cerca y ¡era un puma! El puma vio a Emiliano y salió corriendo a las montañas y mi perro atrás de él.
Dos semanas después, los vigilantes oyeron una gran pelea. Emiliano aullaba muy fuerte y ladraba mucho. No sabían de qué se trataba hasta que vieron el cachete de mi perro todo lleno de sangre ¡por un zarpazo del puma! Llegué del colegio y luego chocamos con un taxi y atrás del taxi, un camión. El taxi quedó como una hoja aplastada, pero a nosotros no nos pasó nada. Llegó la policía, una ambulancia y una grúa. A mi mamá se la llevó la policía y estuvo ahí toda la noche firmando miles de papeles. Aleluya, llegamos a casa, fui corriendo a ver qué le había pasado a mi perro y, al día siguiente, lo llevé al veterinario y le pusieron una pomada plateada. Mis papás se asustaron y llamaron a protección civil para que fuera a revisar y a buscar al puma, pero nada que lo encontraron. Por suerte, hasta hoy no lo hemos visto otra vez cerca de aquí.
Creo que es gracias a que tengo a Emiliano.

La serpiente venenosa
Caminaba atrás de la troje cuando de repente oí un zzzzz zzzzz.
Me di cuenta que era una serpiente cascabel, porque tenía un cascabel que sonaba y me quedé parado sin poder moverme. Grité, grité, grité y nadie me oyó. Luego tuve que correr muy rápido a decirles que me dieran un bote para atrapar a la serpiente. Mi papá salió al rescate y entre los dos la atrapamos y luego la matamos, porque es venenosa, y guardé el cascabel de tres anillos en mi caja de trofeos.

El oso de la montaña
Un día íbamos subiendo al Jonuco cuando, de repente, nos encontramos un enorme animal en el camino y dijimos: Es un camello. ¡No! Es un caballo. ¡No! Es un burro. ¡No! ¡Es un oso!
El oso se estaba atravesando a la calle y lo vi de cerquita, era color negro y buscaba comida. El oso corrió cuando nos vio y atravesó la muralla para escapar de una muerte aterradora.

La ruta de las piedras brillantes
Hay muchas veredas en El Jonuco. A mi preferida le puse la Ruta de las piedras brillantes, porque ahí encontré geodas, fósiles y oro de los tontos. Mi abuelo Héctor vino de vacaciones y lo invité a mi ruta especial. Es muy peligrosa, le dije, porque hay que escalar en un cañón de muchas piedras grandes y puntiagudas. De repente, ¡encontramos una calavera! ¡Una calavera de verdad! Era de zorro con dientes muy filosos. Cuando la levanté me encontré una araña peluda pero no me picó. Llevamos la calavera a la casa y la enterramos y, al día siguiente, ¡desapareció! A lo mejor el puma se la comió.

¡Qué bueno que vivo en El Jonuco!
Porque si no, no hubiera vivido las aventuras que les acabo de contar.

El chicle

Por Eugenio Palau Mayrl.
Primer lugar.
Primer año de primaria.

Eugenio era un niño muy juguetón y le encantaba comer todo tipo de dulces, en especial los chicles. Los de uva eran sus favoritos.
Un día su abuela lo invitó al mercado y, como siempre, Eugenio se la pasó muy divertido viendo todo lo que había en la tienda. El pasillo de los juguetes era como un paraíso para él, pero claro que lo único que hacía era ver, ya sabía que nada de pedir regalos, pues sólo cuando era una ocasión especial se los podían comprar. Pero eso a él no le importaba, sabía que en su cumpleaños volvería para escoger algo padrísimo.
Era ya hora de pagar y estaban haciendo fila en la caja, cuando de pronto sintió que algo llamaba su atención. ¡Claro! ¡Era un delicioso chicle! Envuelto en un brillante papel color rojo con amarillo que, se notaba, estaba esperando a Eugenio para que lo llevara a su casa. Abuela, ¿me lo compras? Claro, eres un niño muy lindo y te portaste súper bien, le dijo su abuela. Al agarrar el chicle, Eugenio sintió algo muy raro, como si no fuera un chicle común y corriente sino algo especial.
Se subieron al carro y él ya no podía con las ganas de comérselo, pero sabía que tenía que esperar a llegar a su casa, pues podía manchar el carro de su abuela. Así que, en cuanto entraron a la cocina, inmediatamente le quitó el papel brillante y descubrió que era un chicle diferente a todos los demás, tenía colores muy llamativos y olía delicioso. Pero lo mejor estaba por suceder. Al fin lo metió en su boca: ¡Wow! Es el mejor chicle que he probado en mi vida, ¡está riquísimo! Gracias, abuela, me encantó, dijo Eugenio y se despidió de ella para irse a jugar al jardín.
Todo el tiempo pensaba: Definitivamente no lo voy a tirar en todo el día, está delicioso. Y efectivamente así fue. Estuvo todo el tiempo con el chicle en la boca, viendo tele, jugando soccer, fue al parque, en fin, todo el día disfrutó del maravilloso sabor de su chicle tan especial. Hasta que llegó la hora de la cena y su mamá le pidió que lo tirara porque no podría cenar con él, aparte había que lavarse los dientes y dormir. Así que Eugenio tuvo que hacerle caso a su mamá. Ni modo, chicle, tengo que tirarte aunque has sido el mejor que he probado en mi vida. Y lo aventó al bote de basura de su cuarto y bajó a cenar.
Al día siguiente había clases, así que tuvo que acostarse temprano y, justo cuando estaba en la mejor parte de su sueño, pasó algo terrible: de repente empezó a sentir algo en su boca y sin querer empezó a masticar. ¡No puede ser, es el chicle! ¿Pero cómo? Si estoy seguro de que lo tiré en el bote, no lo entiendo. Se paró muy asustado de su cama y lo tiró por la ventana. Qué miedo, ya no me voy a poder dormir, no lo entiendo; pensaba Eugenio, pero poco a poco pudo conciliar el sueño hasta el día siguiente.
Por la mañana no recordaba exactamente lo que había pasado y pensó que tal vez había sido un sueño. Pero, al salir de su casa para ir a la escuela, sintió de vuelta algo rarísimo. ¡No puede ser, otra vez el chicle adentro de su boca! ¿Cómo llegaste hasta aquí? Es una pesadilla. Lo sacó inmediatamente y lo aventó al pasto, se subió de prisa al carro y se fueron a la escuela. Mientras llegaban, estaba súper asustado. No lo puedo creer, pensaba el pobre de Eugenio, tengo que escapar de ese horrible chicle; lo bueno es que en la escuela no me puede alcanzar.
Así que llegó a su salón, dejó su mochila y se preparó para empezar el día. Ya estaba sentado en su mesa y en plena clase de español… ¡No, no, no! ¡Otra vez tú! ¿Cómo llegaste hasta aquí? El chicle se había vuelto algo tan horrible. No lo entiendo, ¿por qué me persigues? Lo sacó de su boca y lo tiró por la ventana. El pobre de Eugenio estaba súper asustado y lo único que quería era llegar a su casa para contarle a su mamá lo que estaba pasando.
Por fin llegó la hora de la salida y ya estaba listo cuando, de repente, volteó a ver al suelo y no daba crédito a lo que estaba viendo ¡El chicle caminaba directo a la llanta del carro y de repente saltó y se pegó en ella! Ajá, te caché, con que así es como has llegado hasta la escuela desde mi casa, y ahora me quieres perseguir de vuelta. Fíjate que no lo vas a lograr, cochino chicle, te voy a arrancar de ahí. Y por más que estuvo tratando de arrancarlo no pudo; cuando llegó su mamá ya no lo dejó y lo regañó porque pensó que estaba haciendo travesuras. El pobre de Eugenio trataba de explicarle pero lo interrumpía y lo metió a la fuerza al carro para irse a la casa. No lo puedo creer, aquí viene pegado en la llanta, qué horror, qué voy a hacer, venía pensando todo el camino Eugenio.
Cuando llegaron se bajó rápidamente y fue a buscarlo pero ya no lo encontró. Qué suerte, por fin me deshice de él. Se metió a su casa y se fue a descansar.
Todo iba de maravilla, cuando de pronto… ¡No, por favor no, otra vez tú chicle! Qué asco, estás todo cochino, tienes tierra del pasto, tierra de la llanta, saliva desde ayer, qué asco, qué quieres, ¿por qué me persigues? Y en ese momento entró su mamá. ¿Qué pasa Eugenio, con quién hablas? Mamá, no sabes, es algo horrible que te he querido decir pero no me has dejado, mi abuela me compró un chicle delicioso ayer en el súper, pero anoche lo tiré en el basurero y desde entonces no me ha dejado en paz, se mete en mi boca cuando estoy dormido, me persiguió al colegio y se volvió a meter en mi boca y luego cuando regresamos otra vez se metió en mi boca, ¡estoy harto! No sé qué hacer. Ay, Eugenio, le dijo su mamá, es muy fácil, pobre chicle, lo único que quiere es que lo envuelvas, tiene frío. ¡Frío!, ¡eso es todo! Claro, sólo envuélvelo a poner en su papel brillante y tíralo al basurero, ya verás que no regresa.
Eugenio hizo lo que le dijo su mamá, envolvió el chicle y lo tiró de vuelta al basurero. Adiós, chicle, has sido el mejor chicle que he probado, pero la verdad ya no te quiero volver a ver, espero que de ahora en adelante estés muy feliz de vuelta en tu papel rojo. Y lo tiró en el bote junto con su mamá.
Desde entonces, cada vez que tira un chicle, lo envuelve de vuelta en su papel para que jamás le suceda la pesadilla del chicle.



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Este es un espacio creado por la Fábrica Literaria para compartir literatura. Aquí podremos subir los textos ganadores del I Concurso de Creación Literaria Interprimarias e Intersecundarias 2008, en lo que esperamos la antología. También podremos conocer los textos que se producen en nuestros talleres.
Todos los que integramos la Fábrica Literaria esperamos que disfruten este espacio.